El cuerpo humano tiende a economizar energía y el tejido muscular es una carga para él. Si no necesita utilizar la masa muscular se deshace de ella.
Cuando nos mantenemos inactivos, nuestros músculos se atrofian. Si nuestro objetivo es aumentar la masa muscular tenemos que entrenar la fuerza, no es negociable ni se puede sustituir por nada más.
Después de un estímulo (entreno de fuerza), nuestros músculos experimentan lo que se conoce como una alteración homeostática. Ya sabemos que nuestro cuerpo es perezoso y quiere crear un estado de equilibrio (homeostasis). El estímulo al entrenar fatiga a nuestra masa muscular y por consiguiente, nuestros músculos tienen que recuperarse de esta fatiga para alcanzar su nivel básico de forma física.
Lo más interesante, y el motivo por el que entrenamos, es que esto no se queda ahí. ¡Los músculos se recuperan más para poder alcanzar un nivel de forma física superior al que tenían antes del estímulo! Este proceso se llama adaptación. Es decir, cada vez seremos más fuertes.
Así que, la clave para el crecimiento muscular consiste en darle el estímulo adecuado a nuestros músculos (y demás sistemas) y dejar a nuestro organismo que genere adaptaciones mientras se recupera.
La sobrecarga progresiva se puede aplicar aumentando la resistencia (+peso), el volumen (+repeticiones), la frecuencia (+días semana), cambiando ejercicios, el tiempo de descanso entre ellos, el ritmo de ejecución (ej: fase excéntrica más lenta), etc…
Hay una regla crucial para que la sobrecarga progresiva sea óptima:
Solo aumentamos un aspecto cada vez y le damos prioridad al aumento de volumen por encima de la resistencia. Es decir, mejor aumentar repeticiones antes de aumentar la resistencia.
Así que deja ya a un lado tus mancuernas de 1 kg y ponte a entrenar a tope.